Especialista: "No debemos luchar contra el cambio climático, debemos adaptarnos".

Académico de la USM plantea la necesidad de que Chile actualice sus políticas sobre conservación y calidad del agua.

Los habitantes del extremo norte del país se llevaron un sorpresivo y húmedo verano este 2019. En una zona que se caracteriza por un clima seco durante todo el año, en Chapiquiña, XV Región, se superó en más de 125% la cantidad de lluvia normal para el mes de enero; mientras que durante la primera semana de febrero, en Iquique, I Región, cayó en tres horas la cantidad de agua equivalente a las precipitaciones de 10 años. Calama, II Región, vivió durante un día la quinta lluvia más intensa registrada en la zona en 53 años, entre otros ejemplos de las inclemencias del clima.

Para los chilenos viviendo en la zona central, ese panorama es algo que se contradice con la aparente sequía de la última época. Sin embargo, de acuerdo a Patricio Rubio, especialista en recursos hídricos y académico del Departamento de Ingeniería Comercial de la Universidad Técnica Federico Santa María, ambos fenómenos tienen una causa común: el cambio climático.

"Nueva normalidad"

"Toda el agua que entra a Chile viene de frentes que se acercan al país desde el Océano Pacífico", explica el profesor. "Este sistema regular se ha ido desplazando hacia el sur, provocando que zonas con tendencia al clima mediterráneo se hayan vuelto más secas, especialmente las regiones IV, V y VI".

"Asimismo, cuando esto se desplaza hacia el sur, se genera un vacío al que ingresan, desde la cordillera, frentes que vienen desde el Océano Atlántico, lo que se conoce como el 'invierno altiplánico'. Ahí es cuando empieza a llover mucho más en el norte. Con el cambio climático, en esta zona empezará a llover un poco más, todo como parte del mismo fenómeno donde la 'máquina climática' del mundo ha cambiado de posición", agrega Rubio.

Para el académico y director del Magíster en Gestión del Agua de la USM, "este nuevo patrón de distribución de climas en Chile es nuestra nueva normalidad". De esta manera, la baja del régimen pluviométrico de las zonas centro y sur del país provoca que la disponibilidad de agua para la población sea menor, un desafío que el país tiene que enfrentar urgentemente a nivel de sus políticas públicas.

Actitud débil

"En los países más desarrollados, todos los planes de funcionamiento del sistema público tienen un gran apartado sobre la adaptación a los nuevos escenarios climáticos. Mientras, en Chile existe una actitud muy débil y lenta al respecto", sostiene el profesor Rubio, enfatizando que "debiera ser obligación que cada plan de desarrollo, crecimiento, o de cualquier gran infraestructura pública tenga la exigencia de un apartado sobre su adaptación al cambio climático".

"No debemos luchar contra el cambio climático. Debemos adaptarnos", sentencia el especialista, considerando que en este momento puede que en el país se esté construyendo infraestructura diseñada para un clima que ya no hay en esa zona. Por el contrario, la política económica tiene que hacerse cargo de dotar de mayor infraestructura para guardar disponibilidad de agua en aquellas zonas donde antes no se necesitaba, como la IX Región, donde se confiaba en la entrada normal.

Para el académico es muy importante hacer notar, además, que junto a la disminución de la cantidad del agua ha empeorado mucho su calidad.

"Ésta es cada vez peor, más contaminada, lo que se debe principalmente a dos industrias en Chile: la minería, que libera gran cantidad de elementos en sus relaves, lo que llega después a nuestros sistemas acuíferos; y la agricultura, ya que en el país aún no existe una política pública que prohíba que se utilicen elementos químicos como fitosanitarios, que igualmente van a parar a ríos, lagos y lagunas".

Según señala Rubio, Chile también está bastante atrasado en esta materia, al no contar con una política nacional integral que regule los desechos de las industrias que van a parar al sistema y la calidad de sus aguas.

"Algunas medidas que debieran existir en el país en este momento, por ejemplo, son que todos los sistemas urbanos debieran estar asociados a una estación depuradora de aguas residuales (EDAR) de alta calidad; que se optimicen todos los sistemas de regadío; y que haya un severo control y vigilancia de la captura de agua de los sistemas, como los ríos, y muy especialmente de los pozos, que capturan agua subterránea", sostiene el académico.

"Chile no ha tomado consciencia de que lo que exportamos es en gran parte agricultura, que necesita agua, por lo que tenemos que cuidarla", añade.


Fuente: Diario Atacama. 27 de marzo de 2019, pág 13.


27 de Marzo de 2019