Las hermanas que crían lagunas

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La superficie de la laguna Apacheta permanece en calma. El viento de la última noche trajo la helada, y aunque hace un par de horas que amaneció, el sol no calienta lo suficiente como para olvidar que, a 4.480 metros de altitud, en invierno, el calor no es más que una ilusión.

Sentadas sobre una roca cercana a su orilla, las hermanas Magdalena, Marcela y Lidia Machaca observan el espejo de agua que los pobladores de Tuco, en Quispillaccta, Ayacucho, criaron con su ayuda hace más de dos décadas. Magdalena se levanta, se remanga la pollera y sumerge los pies en la laguna durante unos segundos. El agua está helada, aunque a ella no parece importarle demasiado. Cierra los ojos y camina despacio, para no resbalar. Algunas llamas pastan al otro lado de la hoyada. El silencio es casi absoluto. Y de pronto la ingeniera empieza a reír. Cada vez más fuerte. Las algas del fondo le hacen cosquillas. Dice que yakumama está jugando con ella. “Vinimos a visitarte”, le dice en su nombre y en el de sus hermanas. “Queremos darte las gracias por todo lo que nos ofreces”. Se agacha y acaricia el agua. Desde la orilla, Marcela y Lidia también agradecen, pero en silencio.



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Fuente: Revista Apacheta


2 de Julio de 2021